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Crítica: Un pliegue en el tiempo

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El clásico literario infantil de los 60 Una arruga en el tiempo (A Wrinkle in Time) tiene reputación de ser imposible de filmar, como ya demostró la TV movie canadiense de 2003 que nadie recuerda. Pero Disney ha decidido volver a intentarlo, haciendo un hueco entre sus mil y un remakes live-action y universos compartidos de Marvel y Star Wars para ofrecer algo que, si bien no es exactamente original, sí es distinto a lo que copa su calendario estos años. El estudio asignó a la prestigiosa Ava DuVernay (Selma13th) la difícil tarea de transformar en imágenes las páginas escritas por Madeleine L’Engle, convirtiéndose así en la primera mujer negra que dirige una superproducción de más de 100 millones de dólares de presupuesto. Sin embargo, el resultado corrobora la idea con la que abre este párrafo.

Meg Murray (Storm Reid) es una adolescente hija de dos prestigiosos físicos que tiene problemas de autoestima y no cree en sí misma, a pesar de ser muy inteligente y poseer un talento extraordinario. Cuando su padre (Chris Pine) desaparece en misteriosas circunstancias, dejando rota a Meg, su hermano, el también superdotado Charles Wallace (Deric McCabe), y su madre (Gugu Mbatha-Raw), tres guías celestiales, la Sra. Cuál (Oprah Winfrey), la Sra. Qué (Reese Witherspoon) y la Sra. Quién (Mindy Kaling), viajan a la Tierra para ayudarla a encontrarlo. Junto a Charles Wallace y su amigo Calvin (Levi Miller), Meg se embarca en una aventura a través del universo, en la que visitarán mundos más allá de su imaginación y se enfrentarán a la poderosa fuerza del mal conocida como ELLO, que amenaza con cubrir el universo de tristeza y oscuridad.

Ante todo, hay que aclarar que Un pliegue en el tiempo está orientada, casi de manera exclusiva, a los niños, concretamente a los de edades comprendidas entre los 8 y los 12 años, tal y como su directora ha expresado. La película, que bebe claramente de clásicos como El mago de OzAlicia en el País de las Maravillas, puede funcionar como distracción escapista para los pequeños gracias a su indudable energía y su despliegue de color e imaginación. Pero más allá de desempeñar esa función, simplemente no se tiene en pie. Un pliegue en el tiempo es un caos absoluto, repleto de ideas sin sentido y decisiones creativas y narrativas difícilmente justificables. Muchas provienen sin duda de un material de referencia en el que la lógica no abunda, otras se pueden achacar a un guion sin pies ni cabeza, un montaje ineficiente, ausencia de ritmo y estructura, un deslavazado tratamiento de lo visual y una realización muy confusa por parte de DuVernay, que salta entre estilos y tonos sin cohesión y abusa inexplicablemente de la cámara en mano.

En el apartado interpretativo, la película sale mejor parada. Dejando a un lado lo chocante (y lógico por otra parte) que resulta ver a Oprah como ser celestial supremo, las tres guías de Meg acaban pasando a segundo plano, a pesar de haber recibido mayor énfasis en la campaña promocional. Y quizá sea mejor así, porque están ahí solo como reclamo y tampoco es que brillen precisamente. Del reparto adulto, son Pine y Mbatha-Raw quienes ofrecen las mejores interpretaciones, pero al final, los que levantan la película son los pequeños, como debe ser, Reid y McCabe, dos jóvenes talentos que superan el reto con creces.

Un pliegue en el tiempo tiene ocasionales destellos de ingenio, desvíos hacia lo oscuro (que la acercan a las fantasías de los 80 como La historia interminable, con la que tiene mucho en común) y momentos extraños y surrealistas (cosas tan psicodélicas como Witherspoon convirtiéndose en una hoja voladora literalmente para nada, escenas absurdas como la de la playa o la desconcertante visita al barrio suburbano) con los que el público más adulto puede disfrutar si no se la toma demasiado en serio. Pero por lo general, falla a la hora de construir un todo coherente y una historia que atrape, lo que hace que la conexión emocional sea más difícil. Salta a la vista que DuVernay está más preocupada de que el mensaje (muy valioso y bienvenido) llegue alto y claro que de hacer una película. Por eso machaca a la audiencia con las ideas que articulan la historia, “Sé una guerrera”, “Cree en ti misma”, el poder del amor… Lecciones subrayadas por el insistente score de Ramin Djawadi y una selección de canciones que interrumpen la acción de la forma más artificial y postiza (no recuerdo un peor uso de la música en una película reciente).

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Por todo esto, Un pliegue en el tiempo parece más una TV movie de Disney Channel que una gran superproducción cinematográfica. EL empachoso CGI y el extravagante vestuario diseñado por Paco Delgado deberían reflejar el dinero que se ha invertido, pero no lo hacen, y el star power de Winfrey, Witherspoon o Pine se diluye en una propuesta que no está a la altura de lo que hoy en día cabe esperar del estudio. Aun con todo, hay que elogiar y agradecer la labor que está llevando a cabo en materia de representación y diversidad (no podemos menoscabar la importancia de tener una producción como esta con una familia multicultural y una niña afroamericana como protagonista), además del mensaje de empoderamiento tan importante que transmite a la audiencia infantil, en especial la femenina (recordemos, el público objetivo).

Un pliegue en el tiempo es una película tremendamente inconsistente y fallida, pero sus buenas intenciones, su corazón y la sinceridad que recorre todo el metraje compensa sus muchos defectos. Dejemos que los más pequeños juzguen si ha cumplido su cometido. Si a ellos les gusta, si su mensaje los inspira, todo lo anterior no importa tanto.

Pedro J. García

Nota: ★★½


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